Para la mayoría de las personas, las oportunidades están afuera. Para Blanca Castro, mujer privada de libertad, estas comenzaron a forjarse tras los muros del Centro de Atención Institucional (CAI) Vilma Curling.
En el siguiente relato, narrado en primera persona desde la mirada de Blanca, les contamos cómo esta mujer supo transformarse a pesar de la adversidad, o quizás, gracias a ella.
Tengo 38 años. Llegué a Costa Rica a los 25 y ya llevo siete en el Centro de Atención Integral Vilma Curling. Aquí aprendí a leer y a escribir, pero más adelante les contaré sobre eso.
Tenía 13 años cuando mami decidió venirse de Nicaragua porque decía que la vida era muy dura allá. La familia fue saliendo de nuestra tierra natal a poquitos, como granos de maíz. Primero se vino mi hermana, después mi mamá y después yo.Nos quedamos en Los Chiles, donde sembrábamos frijoles y maíz, pero al tiempo nos fuimos para Puerto Viejo de Sarapiquí. A los pocos años de llegar a Costa Rica tuve mi primera hija.
¿Sabés? Si hubiera tenido más orientación tal vez no hubiera cometido tantos errores.
Cuando entré al Vilma pensé: “¡hasta aquí llegó mi vida!”. Una de mis hijas tenía dos años y medio, el otro tenía un año. Pensé que todo había terminado porque siempre he sido padre y madre para ellos.
Yo no podía creerlo, estaba como si no fuera cierto. Pensé que aquí era como en las películas, que seguro me querían violar y todo eso. Pero cuando llegué, unas compañeras me dijeron muy amablemente “muchacha, le vamos a dar ropa para que se bañe”. Les dije que no, que muchas gracias porque ahorita vendrían por mí. Pensé que seguro firmaría unos papeles y me iría.
Estaba tan equivocada. Una oficial me indicó cuál era mi cama, mi cajón, el reglamento, que no se permitía droga, ni celulares, todo eso. Su voz la escuchaba como a la lejanía, ¿sabés? Yo estaba como fuera de mí, como si a lo lejos viera una película pasar en cámara lenta. Hay cosas que se me escapan, pero las fechas, el tiempo, todo eso sí lo recuerdo perfectamente. Entré el 16 de marzo del 2013 a preventiva. A los 8 meses y medio me sentenciaron.
¿Y por qué soy tan alegre a pesar de lo que he vivido, me preguntás? ¿Sabés algo? Aquí comencé a aprender tantísimas cosas. En el Vilma he aprendido que puedo ser mejor madre, mejor persona. Que aún podemos luchar por esas personas que están tenemos afuera.
Yo nunca había ido a la escuela. Nunca en mi vida llegué a pensar que podría agarrar un periódico y leerlo. Pero aquí pude sacar la escuela y más bien ahora estoy en el colegio; ya voy por noveno año.
Me gusta mucho porque me permitió salir de la ignorancia en la que yo estaba. ¿Sabés? A mí me daba vergüenza no saber leer. No preguntaba nada para que la gente no supiera que no podía leer. ¡No le puedo explicar lo que sentí cuando pude leer las primeras oraciones! ¡Cuando puede escribir mis primeras palabras!
Lo que he aprendido aquí también me ha servido para cuidar a mis hijos afuera, educarlos para que se puedan defender.
Aquí he hecho cursos de psicología, capacitaciones, talleres, como uno muy bueno sobre violencia de género, victimización y empatía del INAMU. Ahí aprendí que la vida no se termina aquí, que me puedo reconstruir como persona.
Desde hace unos meses estoy en el taller de Karina Díaz. Ahí hago productos textiles y de bisutería. Es parte de un programa muy bonito que tiene el ministerio. Construyendo Oportunidades, me parece que se llama.
Es una oportunidad muy buena porque representa una entrada económica para mí y para mis hijos. Es también algo muy bonito porque estamos aprendiendo a armar bolsos, pulseras y estoy emocionada porque aprenderemos a hacer decoraciones de sandalias.
A veces pensamos que no podemos hacer algo, pero aquí vamos descubriendo las habilidades que tenemos. Las capacitadoras me dicen que soy muy rápida para aprender.
Me siento más segura como persona, como mujer. ¿Sabés? Todo es querer.
Yo podría estar afuera y tener toda la libertad, pero le puedo asegurar que afuera estuve más presa que aquí. He aprendido a descubrirme, quererme, a valorarme, porque si yo aprendo a quererme a mí misma también aprenderé a querer a los demás.
Entonces esa es la mujer que me gusta, la que soy ahora, aunque esté lejos de mis hijos, porque sé que algún día volveré a estar con ellos y seré una mejor madre para ellos.